La Botica está a punto de ver cristalizada la entrada 100.000, cosa impensada en la publicación inaugural. Mucho menos, imaginar que miles de personas de todo el mundo, utilizaría esta despareja y desprolija tarea, para sumar cosas que satisfagan el alma.
READ MORE - Increible, pero es real.... 100.000 visitas
Haber sumado en el camino, muchos conocidos, tan intrépidos y desprendidos, que me alegraron y me sorprendieron con su apego y respeto por el blog, su autor y los visitantes. Ellos –en especial Martín Lertora- son quienes en el momento del bache de ganas, hicieron con su modelo de trato, recuperar fuerzas y predisposición para seguir con el blog.
Sin embargo –como a muchos que han tirado todo al diablo- existen momentos y momentos. Una cosa es desmotivarse por el trabajo, el cansancio o la falta de material; y otra, muy distinta, cuando personeros y personajes, hacen lo posible por hacerte la vida imposible y quitarte toda gana de seguir, continuar y satisfacer expectativas creadas.
La particularidad del caso que nos ocupa, es que siento pocas ganas de seguir, pero cada vez que decido borrar del mapa virtual el blog, aparecen comentarios, como si fueran una señal, un guiño para seguir o por lo menos, para desechar la idea de acabarlo sin dejar rastro de algo que me hizo y hace muy feliz: Compartir cosas que me gustan o que por su constancia y aporte a la cultura popular, también les damos su lugar.
Mis trabajos en las radios y medios escritos, me dejaron grandes alegrías planteadas a partir de un buen grupo humano, buenos trabajos y logros económicos. Pero nada se compara, cuando todo nace y muere en la falta total de interés económico.
Cuando la actividad se asemeja mucho al ejercicio pedidos o prestados de discos, cuando éramos pibes.
No creo haya muchas comunidades virtuales, que reúna un grupo más ávido de colaborar, servir y compartir, como el que se armó en derredor del correo de Martín Lertora. Y es ese mismo grupo, el que existe en cada columna de blog de interés, en las páginas de los involucrados.
Lugares que se ocuparon sin pisarle la cabeza a nadie, ni esperando se muriera alguno, ni actuando con inquina o traiciones. Y eso, hace que de vueltas, piense, no me desprenda del blog y hasta esté juntando cosas para subir en un futuro no muy lejano.
No puedo nombrar a todos, porque están allí en el blog, con cada pataleo, consejo o pedido para que no abandone. Pero es justo, delicado y de bien nacido, decir: Gracias.
No solo por la importancia que adquirió el hecho, si no, porque en un mundo virtual, en el que es posible sentirse demasiado solo, este tipo de casos, produce el milagro de saber que existe aprecio y respeto, más allá del oportunismo de conseguir algún sonido que precisamos, nos gusta o recuperamos.
Gracias a todos, sin distingos, ni preferencias, aunque suela hacerlo siempre con Martín. Él y ustedes, saben que es un tipo especial, por cuanto, el trato hacia su persona debe ser consecuente.
No puedo cansarme de decirles gracias.
Por el apoyo, por los consejos, por la rara amistad a miles de kilómetros y sin conocer nuestros rostros, en algunos casos.
Gracias por estar y seguir.
Gracias por recibir con cariño y respeto, todo cuanto se ofrece en La Botica, con sus defectos y virtudes, lo cual denuncia que el que lo hace es tan humano como cualquiera de ustedes.
Gracias a todos.
Juan Alberto Guttlein
Alemán56
Sin embargo –como a muchos que han tirado todo al diablo- existen momentos y momentos. Una cosa es desmotivarse por el trabajo, el cansancio o la falta de material; y otra, muy distinta, cuando personeros y personajes, hacen lo posible por hacerte la vida imposible y quitarte toda gana de seguir, continuar y satisfacer expectativas creadas.
La particularidad del caso que nos ocupa, es que siento pocas ganas de seguir, pero cada vez que decido borrar del mapa virtual el blog, aparecen comentarios, como si fueran una señal, un guiño para seguir o por lo menos, para desechar la idea de acabarlo sin dejar rastro de algo que me hizo y hace muy feliz: Compartir cosas que me gustan o que por su constancia y aporte a la cultura popular, también les damos su lugar.
Mis trabajos en las radios y medios escritos, me dejaron grandes alegrías planteadas a partir de un buen grupo humano, buenos trabajos y logros económicos. Pero nada se compara, cuando todo nace y muere en la falta total de interés económico.
Cuando la actividad se asemeja mucho al ejercicio pedidos o prestados de discos, cuando éramos pibes.
No creo haya muchas comunidades virtuales, que reúna un grupo más ávido de colaborar, servir y compartir, como el que se armó en derredor del correo de Martín Lertora. Y es ese mismo grupo, el que existe en cada columna de blog de interés, en las páginas de los involucrados.
Lugares que se ocuparon sin pisarle la cabeza a nadie, ni esperando se muriera alguno, ni actuando con inquina o traiciones. Y eso, hace que de vueltas, piense, no me desprenda del blog y hasta esté juntando cosas para subir en un futuro no muy lejano.
No puedo nombrar a todos, porque están allí en el blog, con cada pataleo, consejo o pedido para que no abandone. Pero es justo, delicado y de bien nacido, decir: Gracias.
No solo por la importancia que adquirió el hecho, si no, porque en un mundo virtual, en el que es posible sentirse demasiado solo, este tipo de casos, produce el milagro de saber que existe aprecio y respeto, más allá del oportunismo de conseguir algún sonido que precisamos, nos gusta o recuperamos.
Gracias a todos, sin distingos, ni preferencias, aunque suela hacerlo siempre con Martín. Él y ustedes, saben que es un tipo especial, por cuanto, el trato hacia su persona debe ser consecuente.
No puedo cansarme de decirles gracias.
Por el apoyo, por los consejos, por la rara amistad a miles de kilómetros y sin conocer nuestros rostros, en algunos casos.
Gracias por estar y seguir.
Gracias por recibir con cariño y respeto, todo cuanto se ofrece en La Botica, con sus defectos y virtudes, lo cual denuncia que el que lo hace es tan humano como cualquiera de ustedes.
Gracias a todos.
Juan Alberto Guttlein
Alemán56