No hay dudas que las situaciones por las que debieron pasar los músicos, poetas y cantores de tango, fueron realmente increíbles.
El ejemplo más claro, fue el que presentamos ahora, es decir, el del cantor de tangos Tino García. Voz agradable, afinada y con matices simples, pero sentimentalmente redondita para quedar en la memoria de los tangueros de todas las épocas.
Su oficio de encuadernador que aprendió desde muy purrete, sería lo que sostendría su casa y familia, hasta el final de sus días.
No fue una carrera extraordinaria la que desarrolló, ni tampoco descolló como las voces de Vargas, Ruiz, Marino, etc.
Su paso fue muy silencioso, sin embargo, su calidad de artista y cantor, fue muy reconocida por sus colegas, estudiosos y extrañamente, muy apreciada en Chile, país que todavía tiene en los coleccionistas, aquellos viejos discos que grabara García, tras la ida de Ángel Vargas, compartiendo cartel con Rubén Cané en la orquesta de don Ángel D’Agostino.
Tino García, nació el 25 de junio de 1910 y falleció el 22 de abril de 2007.
Su nombre real era Constantino García.
Hijo de españoles, nació durante el Año del Centenario, en la calle Lavalle 975, de la ciudad de Buenos Aires. Cursó estudios primarios y ya a los trece años era ya empleado en una librería donde comenzó a aprender el oficio de encuadernador, el que ejerció durante toda su vida. Encuadernador fino que trabajó para renombradas imprentas y editoriales.
Como ocurrió con tantos muchachos de su época, muy pronto el canto estuvo presente en su vida y, por supuesto, el tango. Es posible que su primera actuación formal haya sido con el trío de Alejandro Scarpino en el Cine Los Andes, de Boedo, en 1927.
Un par de años más tarde, concurrió para los carnavales al “Pabellón de las rosas”, ubicado en la Avenida Alvear y Tagle, acompañado por un amigo bandoneonista que integraba el conjunto de Juan Maglio, seguramente, algún problema lo había privado del cantor y avisado por el amigo supo que aquel muchacho cantaba. Así fue su debut con Pacho y también despedida, pues para una segunda entrada, por falta de técnica o por ingerir bebidas frías, queda disfónico y se volvió a su casa.
En 1930, con un conjunto barrial —De La Torre-Casado—, se presentó en Radio Prieto, allí lo escuchó Carlos Marcucci y se lo llevó para su sexteto, actuaron en la misma radio, también en Radio Argentina y en el cabaret Dancing Ocean. Estas presentaciones no interfirieron con su oficio que, desde ese año y hasta 1955, lo desempeñó en la Editorial Kraft.
En 1931, con el nombre artístico Carlos García, fue el estribillista de la típica de Augusto Pedro Berto y, en 1933, acompañado por un trío se lo escuchaba en la popular “Matinee de Juan Manuel” y en diversos cines de barrio.
En 1934, subió al escenario de uno de los tantos de la Costanera Sur, en este caso el bar de “Don Vicente”, junto al ignoto por entonces, José Marrone, y un muchachito pianista que lo acompañaba, era Mariano Mores. Con este último pasó a un local vecino, el Bar El Nilo.
Un amigo lo llevó a la PAADI (Primera Academia Argentina De Interpretes) cuyo dueño era Luis Rubistein. Pronto lo presentaron en la emisora de Emilio Kartulovich, “La Voz del Aire”, acompañado por el trío Masobrio, Caldarella y Osvaldo Schelotto. Estando en la Academia, Rodolfo Sciamarella le propuso acortar su nombre, a partir de ese momento se transformó en Tino García.
Héctor Bates, difusor radial, periodista, que se dio el gusto de tener su orquesta propia, en 1936, pidió sus servicios para reemplazar a Carlos Roldán. Recorrieron numerosos locales y clubes, formaron un espectáculo en el que llegaron a figurar El Cachafaz y la cancionista Mercedes Carné. Alternativamente, siguió cantando como solista, con el conjunto de Vicente Salerno hasta 1940, cuando hizo un paréntesis. A partir de ese momento, se dedicó solamente a su oficio habitual y recién retorna al canto en 1945. Lo hizo como solista acompañado por las guitarras de Humberto Canataro, Roberto Pedretti, Alesandri y Reinaldo Baudino.
Al año siguiente, lo acompañaban al piano Francisco Trópoli o Andrés Fraga. Ese mismo año, 1946, su hermano Antonio, “Tito”, bailarín y bandoneonista, con academia de baile en la Avenida Corrientes 1671, lo conectó con Ángel D’Agostino con quien estuvo en la radio y trabajaron en numerosos clubes y salones de baile. Y es con esta orquesta con quien llegó por primera vez al disco, siendo además, la única con la que arribó a los estudios de grabación.
En los carnavales de 1949 estuvo con Joaquín Do Reyes, en el club Estudiantes de Villa Devoto y, como D’Agostino volvió a formar su orquesta, retornó a la misma. En 1953, lo reemplazó Ricardo Ruiz, porque emprendió una larga gira por ciudades del interior de Buenos Aires y de la provincia de Santa Fe.
Al regresar, se presentó en la confitería La Armonía como solista acompañado por el Sexteto Casado. En 1954 volvió con D'Agostino para los carnavales, en el Club Lanús, donde había otro cantor, era Ruben Cané. En 1959, actuaron en televisión y en el Marabú y Tino nuevamente, decidió parar para seguir sólo con la encuadernación.
Queda la certeza que su trayectoria pudo haber sido mucho más importante si se tiene en cuenta que rechazó, sucesivamente, ofrecimientos para actuar con Juan D’Arienzo, más adelante para viajar con Pedro Maffia a una gira por Brasil e inclusive, ser cantor de Juan Canaro para actuar en Japón. Tino, daba curso a su placer de cantar más que a una vocación, que además le proporcionaba un dinero extra, pero la base de su trabajo que nunca abandonó, la seguridad, estaba fijada en su habilidad y buen nombre que había conseguido como encuadernador.
Pero aún no había llegado el final de su carrera artística. En 1962, lo requirió nuevamente Joaquín Do Reyes para Radio El Mundo y, al año siguiente, de vuelta D’Agostino, quien había resuelto formar el llamado Cuarteto Evocativo, para presentarse en Canal Once y realizar sus últimas grabaciones.
Por último, en los años 1964 y 1965 actuó con el conjunto de Armando Lacava. Entonces si, punto final. Tenía solo 55 años y lo consideró suficiente. Seguiría encuadernando.
Extraído de un texto que aparece en:
http://www.todotango.com.ar/Spanish/creadores/tgarcia.asp.
El texto, en realidad, pertenece a una nota de Clarín.
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Su oficio de encuadernador que aprendió desde muy purrete, sería lo que sostendría su casa y familia, hasta el final de sus días.
No fue una carrera extraordinaria la que desarrolló, ni tampoco descolló como las voces de Vargas, Ruiz, Marino, etc.
Su paso fue muy silencioso, sin embargo, su calidad de artista y cantor, fue muy reconocida por sus colegas, estudiosos y extrañamente, muy apreciada en Chile, país que todavía tiene en los coleccionistas, aquellos viejos discos que grabara García, tras la ida de Ángel Vargas, compartiendo cartel con Rubén Cané en la orquesta de don Ángel D’Agostino.
Tino García, nació el 25 de junio de 1910 y falleció el 22 de abril de 2007.
Su nombre real era Constantino García.
Hijo de españoles, nació durante el Año del Centenario, en la calle Lavalle 975, de la ciudad de Buenos Aires. Cursó estudios primarios y ya a los trece años era ya empleado en una librería donde comenzó a aprender el oficio de encuadernador, el que ejerció durante toda su vida. Encuadernador fino que trabajó para renombradas imprentas y editoriales.
Como ocurrió con tantos muchachos de su época, muy pronto el canto estuvo presente en su vida y, por supuesto, el tango. Es posible que su primera actuación formal haya sido con el trío de Alejandro Scarpino en el Cine Los Andes, de Boedo, en 1927.
Un par de años más tarde, concurrió para los carnavales al “Pabellón de las rosas”, ubicado en la Avenida Alvear y Tagle, acompañado por un amigo bandoneonista que integraba el conjunto de Juan Maglio, seguramente, algún problema lo había privado del cantor y avisado por el amigo supo que aquel muchacho cantaba. Así fue su debut con Pacho y también despedida, pues para una segunda entrada, por falta de técnica o por ingerir bebidas frías, queda disfónico y se volvió a su casa.
En 1930, con un conjunto barrial —De La Torre-Casado—, se presentó en Radio Prieto, allí lo escuchó Carlos Marcucci y se lo llevó para su sexteto, actuaron en la misma radio, también en Radio Argentina y en el cabaret Dancing Ocean. Estas presentaciones no interfirieron con su oficio que, desde ese año y hasta 1955, lo desempeñó en la Editorial Kraft.
En 1931, con el nombre artístico Carlos García, fue el estribillista de la típica de Augusto Pedro Berto y, en 1933, acompañado por un trío se lo escuchaba en la popular “Matinee de Juan Manuel” y en diversos cines de barrio.
En 1934, subió al escenario de uno de los tantos de la Costanera Sur, en este caso el bar de “Don Vicente”, junto al ignoto por entonces, José Marrone, y un muchachito pianista que lo acompañaba, era Mariano Mores. Con este último pasó a un local vecino, el Bar El Nilo.
Un amigo lo llevó a la PAADI (Primera Academia Argentina De Interpretes) cuyo dueño era Luis Rubistein. Pronto lo presentaron en la emisora de Emilio Kartulovich, “La Voz del Aire”, acompañado por el trío Masobrio, Caldarella y Osvaldo Schelotto. Estando en la Academia, Rodolfo Sciamarella le propuso acortar su nombre, a partir de ese momento se transformó en Tino García.
Héctor Bates, difusor radial, periodista, que se dio el gusto de tener su orquesta propia, en 1936, pidió sus servicios para reemplazar a Carlos Roldán. Recorrieron numerosos locales y clubes, formaron un espectáculo en el que llegaron a figurar El Cachafaz y la cancionista Mercedes Carné. Alternativamente, siguió cantando como solista, con el conjunto de Vicente Salerno hasta 1940, cuando hizo un paréntesis. A partir de ese momento, se dedicó solamente a su oficio habitual y recién retorna al canto en 1945. Lo hizo como solista acompañado por las guitarras de Humberto Canataro, Roberto Pedretti, Alesandri y Reinaldo Baudino.
Al año siguiente, lo acompañaban al piano Francisco Trópoli o Andrés Fraga. Ese mismo año, 1946, su hermano Antonio, “Tito”, bailarín y bandoneonista, con academia de baile en la Avenida Corrientes 1671, lo conectó con Ángel D’Agostino con quien estuvo en la radio y trabajaron en numerosos clubes y salones de baile. Y es con esta orquesta con quien llegó por primera vez al disco, siendo además, la única con la que arribó a los estudios de grabación.
En los carnavales de 1949 estuvo con Joaquín Do Reyes, en el club Estudiantes de Villa Devoto y, como D’Agostino volvió a formar su orquesta, retornó a la misma. En 1953, lo reemplazó Ricardo Ruiz, porque emprendió una larga gira por ciudades del interior de Buenos Aires y de la provincia de Santa Fe.
Al regresar, se presentó en la confitería La Armonía como solista acompañado por el Sexteto Casado. En 1954 volvió con D'Agostino para los carnavales, en el Club Lanús, donde había otro cantor, era Ruben Cané. En 1959, actuaron en televisión y en el Marabú y Tino nuevamente, decidió parar para seguir sólo con la encuadernación.
Queda la certeza que su trayectoria pudo haber sido mucho más importante si se tiene en cuenta que rechazó, sucesivamente, ofrecimientos para actuar con Juan D’Arienzo, más adelante para viajar con Pedro Maffia a una gira por Brasil e inclusive, ser cantor de Juan Canaro para actuar en Japón. Tino, daba curso a su placer de cantar más que a una vocación, que además le proporcionaba un dinero extra, pero la base de su trabajo que nunca abandonó, la seguridad, estaba fijada en su habilidad y buen nombre que había conseguido como encuadernador.
Pero aún no había llegado el final de su carrera artística. En 1962, lo requirió nuevamente Joaquín Do Reyes para Radio El Mundo y, al año siguiente, de vuelta D’Agostino, quien había resuelto formar el llamado Cuarteto Evocativo, para presentarse en Canal Once y realizar sus últimas grabaciones.
Por último, en los años 1964 y 1965 actuó con el conjunto de Armando Lacava. Entonces si, punto final. Tenía solo 55 años y lo consideró suficiente. Seguiría encuadernando.
Extraído de un texto que aparece en:
http://www.todotango.com.ar/Spanish/creadores/tgarcia.asp.
El texto, en realidad, pertenece a una nota de Clarín.
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