Alguna vez me dijo Hugo Mazonet, que conocer a Catulo Castillo, era entrar en una nueva diemensión en la vida. Catulo, con un café servido podía hablarte de la vida, la política y las injusticias, con la misma pasión y ternura que podía escribir un poema de amor. Catulo era Pichuco despues de las dos de la mañana. Manzi, militando en política. Jauretche peleando con los peces gordos y Escalabrini Ortiz hablando del choreo de los ferrocarriles y las tierras argentinas. Hablar por primera vez con él, era comenzar la vida de nuevo. Nada de tu vida anterior tenía sentido, despues de sus reflexiones. Y debe ser cierto, pues el amor de la gente que lo conoció profundamente, sabe que él era único e irrepetible en la vida de nuestro Tango. Disfrute de éste homenaje, se lo merecía... Y merece mucho más.
Catulo Castillo - Ciudadano de Buenos Aires
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