La muerte siempre es inoportuna; y lo es más, cuando ese muerto tiene mucho que ver con nuestros sentimientos o amistad.
Pero en este caso, la resultante es más cruel, peligrosa y consternante.
Es algo más que la muerte de un ex presidente, se va una persona que dedicó su vida –y hasta su muerte- a hacer política. Con defecto y virtudes, con aciertos y errores, pero por sobre todas las cosas, encarnando la idea definitiva de cambio que poco a poco la gente, el argentino, fue consintiendo, y más tarde, apoyando sin restricciones.
La muerte de Néstor Kirchner, es más que la pérdida de un hombre de la política.
Se fue un luchador que nos marcó un camino cierto, confiable y factible. Se va el hombre que tenía en claro que faltaba mucho, que el camino todavía muestra baches y grietas.
Que la política no es un hecho consumado de por vida, si no, una lucha cotidiana demandante de esfuerzo, calidad y perfeccionamiento.
No se va un gran político, se fue un proyecto jubiloso de ideas y coraje, capaz de conglomerar voluntades para caminar juntos hacia un destino muy distinto de aquel que nos vendieron por décadas, incluyendo sangre, hambre, desolación y desmovilización.
Queda la responsabilidad de aquellos beneficiados con los nuevos aires, de volcar el nuevo esfuerzo, sacar de la tristeza lógica, la voluntad de lograr el cambio definitivo en homenaje a quien iniciara el camino.
Los líderes patriotas, los generales de jinetas populares y criollas, no se van, ni se mueren, solo se convierten en ejemplos factibles de seguir, y a partir de allí, hacer real el sueño de un país nuevo, pero con la misma gente.
Para alguna minoría, será tiempo de soñar con rapiñar algo de poder. Para nosotros, es tiempo de responsabilidad y de buen criterio para terminar con la pereza y asumir que somos otro país gracias a alguien que pensó por todos.
Sr. Néstor Kirchner:
Descanse en Paz, muchos argentinos seguiremos el camino, la lucha todavía es ardua, pero no tenga dudas: Allí estaremos.
Juan Alberto Guttlein