"Si con usted, Sabato, no escribo el mejor tango de mi vida, le juro que me pego un tiro en las... " (Troilo)
Así se refería Pichuco a su oportunidad de hacer una creacioón junto al escritor. Lo hizo, en una de las tantas reuniones para llevar adelante 14 con el Tango, aquella obra que hizo escuela y reunió a los más grandes de la poesía, la música, el canto y lo pictórico.
Con este simple, no es mucho a lo que aportaremos, pero estoy seguro que será un placer para muchos, poder acreditarse tal material.
Que lo disfruten!
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Ben Molar, Sábato y Troilo |
"Alejandra" (1966)
He vuelto a aquel banco del Parque Lezama.
Lo mismo que entonces se oye en la noche
la sorda sirena de un barco lejano.
Mis ojos nublados te buscan en vano.
Después de diez años, he vuelto a tí solo,
soñando aquel tiempo, oyendo aquel barco,
el tiempo y la lluvia, el viento y la muerte:
ya todos llevaron, ya nada dejaron ...
Entre soledades y hondos dolores
en vagas regiones de negros malvones
estás, Alejandra, por cuáles caminos,
con grave tristeza, oh muerta princesa!
He vuelto a aquel banco del Parque Lezama.
Lo mismo que entonces se oye en la noche
la sorda sirena de un barco lejano.
Mis ojos nublados te buscan en vano.
Ahora tan solo la bruma de otoño.
Un viejo que duerme... las hojas caídas...
El tiempo y la lluvia, el viento y la muerte:
Ya todos llevaron, ya nada dejaron ...
Letra: Ernesto Sabato
Música: Aníbal Troilo
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El escritor y el querido Don Julio. |
Al Buenos Aires que se fue
Cuando la dureza y el furor de Buenos Aires
hacen sentir más la soledad
busco un suburbio en el crepúspulo, y entonces,
a través de un brumoso territorio de medio siglo
enriquecido y desvastado por el amor y el desengaño,
miro hacia aquel niño que fui en otro tiempo.
Melancólicamente me recuerdo
sintiendo las primeras gotas de una lluvia
en la tierra reseca de mis calles sobre los techos de zinc.
"Que llueva, que llueva, la vieja está en la cueva",
hasta que los pájaros cantaban y corríamos descalzos,
a largar los barquitos de papel.
Tiempos de las cintas de Tom Mix y de las figuritas de colores,
de Tesorieri, Mutis y Bidoglio,
tiempo de las calesitas a caballo,
de los manises calientes en las tardes invernales,
de la locomotora chiquita y su silbato.
Mundo que apenas entrevemos cuando estamos muy solos,
en este caos del ruido y del cemento,
ya sin lugar para los patios con glisinas y claveles,
donde una chica casadera cantaba algo de un pañuelito blanco,
mientras planchaba la ropa del hermano.
Cuando la dureza y el furor de Buenos Aires,
hacen sentir más la soledad,
salgo a caminar por esos barrios que tímidamente, con vergüenza,
conservan algún minúsculo tesoro de un pasado menos duro,
una maceta con malvones, alguna reja rezagada.
Pero ya Boedo no es el que cantó De Caro,
ni Chiclana la calle de Esthercita,
ni Puente Alsina en la vieja barriada
que vio nacer al poeta callejero.
En vano buscaremos las muchachas
en torno del gringo y su organito,
ansiosamente mirando la cotorra,
esperando de su pico la buenas suerte o el amor.
Feliz de vos, Homero Manzi, que te fuiste a tiempo,
cuando aún era posible escribir esas canciones de trenzas y almacenes,
cuando todavía los espíritus no estaban resecados,
por la ferocidad y la violencia.
Ya no hay novias detrás de las persianas,
esperando al gringo y su monito.
Ya murió el último organito
y el alma del suburbio se quedó sin voz.
Letra: Ernesto Sabato
Música: Julio De Caro