Después de muchos mangueos, pedidos, rebuscar y lograr a fuerza de estar horas y días en la PC, he logrado por fín, recolectar una serie de grabaciones de una mujer que escuché nombrar siempre, pero que jamás supe quién era, ni que hacía.
La escuchaba cada vez que mi hermana o mi madre hacían una escena por algo, y entonces mi viejo decía: “Dejáaaaa, sos más artista que la Celia Gámez” o, “Déjaaa, pareces la Celia Gámez por tus actuaciones”…
Quién era esa mujer a la que mi viejo recurría como salida para zafar de algo que lo molestaba?
Era un dicho que por lo menos una vez por día, salía de su boca.
Un buen día, tras algo que ocurrió en mi casa, repentinamente dije la frase sin pensarla, ni meditarla.
Y aquí está, un pedazo grande de la música argentina y española, hermanadas en la voz de una mujer argentina que enamoró a España.
No fue una gran bailarina, ni gran cantante, pero según dicen los que la conocieron, dirigieron y fueron compañeros, que el solo hecho de presentar su figura en un escenario, ya alcanzaba.
En este caso, solo cantando tangos, pero pude conseguir más cosas que poco a poco iré subiendo, ya que para los viejos españoles y argentinos, es una figura insoslayable en la vida del cuplé.
|
En uno de sus tantos personajes |
Celia Gámez Carrasco
Nació un 25 de agosto de 1905 en Buenos Aires (Fecha no confirmada) y falleció el 10 de diciembre de 1992, en un asilo de ancianos de la Capital Federal.
Fue una actriz considerada española, aunque nació en Buenos Aires, probablemente en 1908 y murió en esta ciudad en 1992.
No se sabe mucho de su niñez, llegó a España con su padre para cobrar una herencia a mediados de los años 20 y se quedó. Empezó en Argentina con un pequeño papel con José Padilla en cuyo estreno, nada más pisar la escena, se desmayó. Más tarde, como vicetiple en la comedia musical Las corsarias en los años veinte y cantante de tangos, pero pronto se convirtió en un fenómeno teatral y en una famosísima vedette de la escena madrileña apoyada siempre por el maestro Francisco Alonso, especialmente a partir del sonado estreno de la revista "Las Leandras" en 1931.
Las razones del éxito de Celia Gámez no son fáciles de comprender a quienes no la vieron, puesto que no era una belleza arrebatadora, no tenía una gran voz, ni era una bailarina consumada; no obstante, como en el caso de Mistinguett, su personalidad llenaba la escena, tenía evidente magnetismo y sabía organizar a su alrededor espléndidos espectáculos a medio camino entre la revista y la opereta, de los que salieron muchísimas melodías populares y en los que dieron sus primeros pasos muchos artistas: Concha Velasco, Lina Morgan, Esperanza Roy, Tony Leblanc, etc.
Naturalmente, Celia tuvo siempre detractores, como los han tenido todas las grandes figuras. Las críticas se centraban especialmente en su voz, en una época en que este aspecto se valoraba en extremo. Se habló de una voz excesivamente metálica, excesivamente chirriante y, a veces, desafinada. Pero, hoy que ya no podemos contemplar su esplendoroso arte en escena, es precisamente su voz, a través de sus trabajos discográficos, lo que mejor podemos juzgar. Y, realmente, resulta tan personal, tan única, que no podemos por menos que experimentar, al escucharla, la sensación de algo poderoso y diferente, que supo imprimir a la interpretación de sus canciones. Ella no se pareció a ninguna otra: fue, indiscutiblemente, una estrella.
Se trata del estreno de Las Leandras, en el Teatro Pavón, la noche del 12 de noviembre de 1931. Mucho se ha escrito sobre Las Leandras, tanto que poco podemos añadir. El éxito de público fue impresionante. La revista se mantuvo más de dos años en cartel, representándose ininterrumpidamente, y Celia, aclamada hasta entonces en todos los escenarios que había pisado, fue elevada definitivamente a la categoría de mito nacional. Escrita por Emilio González del Castillo y José Muñoz Román, y con música -¡cómo no!- de Francisco Alonso, la obra se ha representado constantemente desde su estreno hasta la actualidad. Casi todos sus números musicales se han cantado siempre y se siguen cantando: algunos, como el Chotis del Pichi y el Pasacalle de los nardos llegaron a ser absolutamente emblemáticos.
Pocas veces el alma de Madrid ha encontrado una definición y expresión tan rotunda y acertada como en Los nardos, el Pichi o el Dúo-habanera. ¿Y Celia? Celia estaba inconmensurable. No era Celia, sino el Pichi, la vendedora de nardos, la chulapona ansiosa de ir a la verbena de San Antonio, la viuda picarona y desconsolada, la deliciosa mujer canaria de paso menudito... Una soberbia interpretación, todavía no superada, clave esencial, sin duda, del ruidoso éxito alcanzado. Las Leandras supone además, un hito histórico en lo tocante a popularidad: ocupa uno de los primeros lugares en la historia del teatro musical.
Con Mami llévame al colegio, una versión de 1964 de la mítica obra Las leandras, estrenada a finales del citado año en el Teatro Martín, acompañada en escena por: Ángel de Andrés, Ingrid Garbo y Paquito Cano. Sería su regreso a los escenarios que abandona tras el imparable éxito de Colomba. Después, se presentaría en el madrileño Teatro Calderón con un espectáculo de variedades, titulado Fiesta, y acompañada de figuras como Rocío Jurado o Fernanda Hurtado. Era la temporada 1969-71.
Manuel Baz y Fernando García Morcillo, autores célebres de revistas y comedias importantísimos en este país, por general Manuel Baz era el incansable autor de los chicos Zori, Santos y Codeso. Los geniales chicos deciden contratarla de estrella para la comedia musical El último de Filipinas, en el madrileño Teatro Alcázar para la temporada 1971-72. Después, Celia, decide retirarse del género musical y monta una compañía de comedias. En la compañía de Zori-Santos alcanza uno de los mayores éxitos de la época. Fue sustituida por una popular y famosa vedette cómica que pisaba fuerte en los teatros y alcanzaba unas impresionantes taquillas: Lina Morgan.
“Éxito” fue la palabra clave y una constante inamovible a lo largo de toda la vida artística de Celia Gámez. Todavía en 1984, después de un largo retiro en Buenos Aires, y ya casi en plena vejez, reapareció en Madrid en un espectáculo titulado Nostalgia. Fue Sara Montiel quien la contrata junto a Olga Guillot y a Manolo Otero. Ante su presencia, el clamor del público volvió a ser unánime. En diciembre de ese año, le ofrecieron un homenaje en el que actuaron Lina Morgan, Concha Velasco y Esperanza Roy, interpretando con Celia el famoso número de la Estudiantina portuguesa. Ese año Celia se despidió de España.
Celia Gámez decidió fijar definitivamente su residencia en Buenos Aires y pasar los últimos años de su vida con su familia. Celia, que sufrió graves reveses económicos por su desmedida afición a los casinos de Estoril y Biarritz, nunca aceptó la vejez.
Tras sufrir una depresión y una operación de cadera, su mente, tocada por la enfermedad de Alzheimer, se fue deteriorando y la familia la internó en un geriátrico de Buenos Aires. Allí, en su ciudad natal, iba a fallecer el 10 de diciembre de 1992. Tenía 87 años. Está enterrada en el cementerio bonaerense de “La Chacarita”, junto a las tumbas de Gardel y Perón. La noticia de su fallecimiento corrió como un escalofrío entre el mundo teatral, entre su público y sus admiradores.
La escena del teatro musical queda ensombrecida. Pero ni la muerte quiso apagar el fulgor de una estrella que, instalada entre las más brillantes del firmamento artístico, es capaz todavía de deslumbrarnos con lo mejor de su legado: sus canciones y su recuerdo.
Fotos: Conseguidas en las muchas páginas españolas que siempren recuerdan a la artista.