Y no hay caso, si sos criollito, no hay vuelta: Estas meado por los perros…
No alcanzas a salir de la congoja de la muerte de un presidente, cuando un correo de sus amigos, te anuncia sin más, que murió Moncho Mieres.
Y, que decir?
Paquín Dalmasso, (Honoreto), para los que lo conocimos como crítico, era un delirante maravilloso y lleno de vida, que una Yarará mordió y mato en el sur de Brasil.
Criollito de Avellaneda Bs. As, hizo las delicias de los lectores de La Voz, por muchos años. Él, alguna vez de café atravesado o de resabio de alguna noche de mujeres –que adoraba- conjugada con el mejor vino al alcance, seguro me apuntó esta frase: “No hay caso, Alemán, los buenos se mueren, los malos revientan y los soñadores se alejan hasta el próximo encuentro”.
Enroscados en la frontera con Bolivia, un día dijo: Todo se irá a la mierda, porque los poetas ya no escriben lo que hace el pueblo. Los últimos giles, fueron don Ata y Castilla. En Chile, Víctor Jara y la Parra…
¿Qué carajo podemos hacer para que los poetas escriban lo que hace la gente, no de lo que dicen los diarios?
Y a mí me pasa lo mismo que a los diarios de Paquín.
¿Qué decir de Moncho Mieres, si los diarios están preocupado que a la Legrand no la censaron?
Entonces se me ocurre pensar que murió con los mismos a los que les cantó y se le ocurrió tocar su guitarra.
Recorrió tanto camino, que los biógrafos no les alcanzaron las medidas y orientaciones, para configurar un terreno adecuado y educado al gusto de los lectores.
Claaaaro!!!
A éste gil de Mieres, se le ocurrió acompañar a Armando Tejada Gómez, cantar a los necesitados y acompañar siempre a los más secos, con los que ganaba menos que si regalara la plata.
Y los amigos –ya enfermo y sin un mango- debieron hacer colectas para tratar su enfermedad y su destino.
Y se murió en medio de la soledad de los grandes y juntito a los que lo amaron.
Qué destino, no?
Y entonces ahora vendrán los boludos que pondrán su disco, se lamentarán y escribirán algunas alabanzas perecederas y grandilocuentes. Son los mismos boludos que hablan de cultura cuando es el momento indicado, es decir, para quedar bien y decir cuanta sandez se les ocurra, total hay más ignorantes que sabios. O mejor dicho, más boludos que ellos, que como hablan bien del poder, dirán que está bien.
Moncho Mieres, tiene en su haber el sacrificio del canto popular. La lógica invisibilidad de los cantores e instrumentistas populares. El del sacrificado tipo que el stablishmen (aunque sería la casta) lo quiería trabajando con la pala, para que después toque en su cumple o peña la guitarrita. Quisieron atarlo a la tan tarada educación formal, pero él se les escapó por la puerta de los revolucionarios. Es decir, la que los boludos no ven, pero que juro existe.
Si se hubiera luchado por una cobertura médica del estado como correspondiera, no hubiera pasado por lo que pasó con su enfermedad. Ah, pero debemos evitar participar en lo que es bien común, para poder tener el escarapelita de salvapatria. La misma que condenó a Mieres a estar desolado y enfermo, dependiendo de la solidaridad de pocos y la indiferencia de muchos. Y les aseguro que hay muchos más en condiciones iguales o peores. Y son tipos a los que les debemos momentos felices, puros, sin engaños, ni agachadas. Que dieron todo, pero… se los sigue negando.
Haga el ejercicio de buscar algo de él en diarios o internet y sabrá porque la lucha debe ser muy grande en defenza de los artistas, geniales artistas, que tiene este pueblo.
No lo conocí, solo supe de él en los momentos en que cada uno debía pensar como esquivar la muerte o el naufragio. Era un disco y no hubo más entre nosotros. Pero eso alcanzó para que mi respeto y lealtad, adivinara que estaría allí y sería parte del sueño común.
Ya no está, ahora será necesario buscar entre los pibes, quien levante su bandera.
Ya no está, pero su guitarra y su noble voz, quedarán en nosotros: Porque es necesario.