Creo que solo su mujer no lo criticó, después, todos. Por su
nerviosismo, por su forma de tratar los músicos, por carero para cobrar
actuaciones, por la disciplina, por su egocentrismo… Por todo, le dieron como
en bolsa. Pero un día, Horacio Ferrer después de una charla en El Tortoni, se
arrimó a nuestra mesa y contó miles de anécdota. Imagínese, yo era un pibe de
22 o 23 años y estaba allí con un capo de la noche y del Tango. Y referido a
esto, en medio de una gritería entre Dariencistas y antis, habló Ferrer.
“Pichuco un día dijo que a D’Arienzo se le podía achacar cualquier cosa, pero
que después de Canaro, nadie hizo más por la presencia del tango en todas
partes. El grillo nos enseño hasta cómo
manejarnos para poder cobrar una buena platita; y cómo hacer de una orquesta un
modelo reconocible. Además, era un muy buen violinista, pero al tango, él lo
tomaba como un laburo, no como un sentimiento nochero. Para él, era un laburo y
listo”. Esa noche, creo, me recibí de buen tomador de café y whisky, porque a
éstos no los haces acostar antes de las seis de la mañana, ni estando enfermos.
1 comentarios:
se podría volver a subir este disco?
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