Alguna vez se preguntó ¿Por qué una orquesta con
arreglos tan sencillos y elementales, es una de las más requeridas en las
milongas? A quién escribe, alguna vez en una charla de café, Rubén Juárez y
Tito Quintana armaron una polémica descomunal con éste tema. La idea central
era el valor de cada una de las orquestas y por qué la gente las elegía. Fueron
muchos cafés y cigarrillos los que se llevó la discusión. Discusión que se
acabó cuando llegó Ernesto Baffa y dijo. Por sonido, alma, sentimiento y arreglos:
Troilo. Por lo academicista, sonido claro y firme: Salgan. Por ritmo y
cadencia: Di sarli… y para bailar: D’Agostino. Venía bien el gordo, pero
desbarrancó en la última. Se le abalanzaron como leones. Pero, el tipo sin
inmutarse, dijo: Angelito, era un bailarín muy elegante, fanático del baile,
bailó hasta casi el día de su muerte. Y esa pasión por el baile la trasladó al piano
y a las ideas que les daba a los arregladores. Y dirigiéndose a mí, dijo: Pibe,
no le des bola a todos estos. Son todos pataduras y miserables. A que nadie te
invitó con un café… o sí?
Al ver quién me dirigía la palabra, solo atiné a
sonreír ¿Qué iba a decir que no estuviera fuera de lugar en esa mesa?
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