Es increíble el interés que despierta aun la orquesta de Alfredo De Angelis. Recuerdo con mucha simpatía como en sus últimas actuaciones, criticaba con dureza a los porteños: Porque habían destruido la bohemia que caracterizara a la ciudad.
Era de hablar muy poco y sus reacciones ante las preguntas eran; primero, mirar hacia abajo y luego arrancar con el discurso de contestación, como si encontrara en el piso la ambientación de su relato.
De las dos o tres veces que estuve con él, incluso estando sin la orquesta, pero disfrutando de su fama intacta, jamás habló de su éxito como medalla de mérito. Siempre interpuso para la explicación de situaciones, lo que ocurría con el baile, la complejidad de la mantención de una orquesta y los difíciles momentos de la difusión del Tango.
También tengo muy presente –una nota- en que me dijo que no quería morir sin haber grabado algo con Gigi; y la suerte, la vida y su pasión, le permitió cumplir con su sueño en la década del ochenta.
No fue lo mismo que en sus épocas doradas, pero al enterarse la gente que volvía con su orquesta toda América pedía la posibilidad de tenerlo.
Creo, tendría que hablar con los amigos que me dio el blog en Chile, allí fue su última actuación. Chile siempre lo recibió con los brazos abiertos, compro y disfrutó de sus discos.
Y aquí, va otro de los tantos engendros que las discográficas hicieron para seguir sacando plata, sin molestarse en seguir un patrón de trabajo, cosa que el músico jamás se permitió abandonar.
Espero les guste y puedan disfrutar de tangos que hicieron historia, junta a las voces que por siempre identificarán a Alfredo De Angelis.