Ésta debe ser el quinto o sexto correo en la que me envían la carta del admirado Juan Falú, sobre un tema que se convirtió en urticante desde el mismo momento que se planteo. No tengo una posición tomada, pero la seriedad, buen gusto y perfecta redacción del guitarrista, amerita publicarla para darle más difusión y visibilidad al tema, tal me lo piden quienes me la mandaron. Tal vez para muchos, el tema sea chiquito, de no importancia, de flaco interés para el grueso del público, pero para los artistas de la música, es un terreno con el que se debe pisar con toda la pata. Y desde una posición oficial, no se puede entrar en estos tipos de planteos por un deseo personal, si no, que como es el centro de atracción de esfuerzos, se debe actuar con total libertad de discutir y analizar los temas con los directos interesados, aunque el estado esté por encima de todos. Lea esta carta y encontrará un artista molesto, pero no agresivo. Discrepando, pero jamás faltando el respeto, al contrario, hay una clara posición de apoyar y discutir el tema, hasta llegar a un acuerdo nacional, ya que la idea involucra a todos.
Buenos Aires, 26/11/14
Boris, creo que te has equivocado
Con respeto, quiero decirte que desde tu flamante cargo al frente del Instituto Nacional de la Música, has dado un paso en falso al proponer el natalicio de Spinetta como Día Nacional del Músico.
No voy a aclarar más que este párrafo para fijar mi posición sobre Spinetta: es un musicazo respetable y querido. Punto.
Justamente, uno de tus errores, Boris, es que al elevar tu propuesta estás poniendo a muchísmos músicos y ciudadanos en la no querida tarea de tener que aclarar que aquí Spinetta no tiene nada que ver, ni la valoración que todos hacemos de su arte.
El error es insistir en una suerte de refundación de la cultura nacional, acotándola a los últimos 40 años de vida nacional, esto es, al surgimiento del rock nacional.
En un país que desde Gardel o Chazarreta hasta el glorioso Horacio Salgán, pasando por Atahualpa Yupanqui, Ariel Ramírez, Eduardo Falú, Astor Piazzolla, Ramón Navarro, Ramón Ayala, María Elena Walsh o Gustavo Leguizamón, ha contado con músicos, creadores y hacedores de las más bellas e imperecederas canciones que calaron profundo en el alma colectiva nacional, resulta hasta increíble que se proponga compulsivamente a un representante del rock para tamaña representatividad simbólica.
Eso, Boris, es relativizar de un modo casi irresponsable a la historia, la cultura y sus símbolos.
Con respeto, insisto, te sugiero algunas consideraciones para no errarle fulero al tema:
1- La representación musical argentina más sedimentada y claramente vigente es del folclore y el tango. Claro que también es del rock, pero desde el rock se continúa buscando señales argentinas cuando sus músicos beben de las fuentes de los otros lenguajes, lo que simplemente confirma la contundente argentinidad de los mismos.
2- Si hablo de “argentinidad” te ruego y ruego al lector que no se me endose la etiqueta de nacionalista conservador, pues sería errarle fulero a mi modo de actuar y no entender la perspectiva. El Día Nacional del Músico tiene que tener necesariamente una fuerte carga simbólica y representativa. Su argentinidad, sedimentada históricamente, es una condición inevitable.
3- Inclusive, entre el folclore y el tango (cuyas compartimentaciones merecen una discusión aparte), es más representativo el folclore por sus pertenencias regionales y porque cada región cultural argentina es la que contiene los lazos genuinos con unidades culturales mayores más allá de los límites de nuestra geografía nacional.
4- El músico es el que produce música, más allá de las canciones, que son una forma excelsa de la creación musical.
5- Sin embargo, si la idea es poner en el centro la creación de canciones, te propongo, Boris, un ejercicio futurista. Imaginemos qué canciones cantarían los argentinos de aquí a medio siglo (para citar el período de vida que tiene el rock nacional). Te diré mi respuesta: si se continúa “roquizando” la cultura nacional es probable que queden con sobrevida las canciones emanadas del rock, que las hay para todos los gustos. Pero si las canciones tuviesen sobrevida por su propio peso y por la adopción histórica que de las mismas hicieron generaciones de argentinos, en el 2.060 se cantarían Tonada del viejo amor, Alfonsina y el mar, Volver, Sur, La pomeña, se silbaría Adiós Nonino, a la par de un inmenso cancionero que también se está produciendo hoy, con orígenes diversos y destino de eternidad.
6- El tema es complejo y por tanto, merece una discusión y un consenso, para que la medida tenga el efecto que de ella se espera: tener un día que nos represente y no un fecha que nos desencuentre por generarla a las atropelladas.
El apresuramiento en llevar al Congreso de la Nación un proyecto sin la necesaria discusión y consenso, contiene rasgos autoritarios por el irreflexivo uso de los recursos democráticos para plasmar una ley que difícilmente pueda cuestionarse una vez sancionada. ¿Quién osaría derogar una ley que unge a Spinetta con tal carga simbólica? Posiblemente nadie. Pero eso no le confiere una necesaria legitimidad porque parte de un atropellamiento que, a la mirada de muchos que piensan como yo, responde a una recortada perspectiva de la cultura nacional.
Son demasiados los movimientos mediáticos, empresariales y de la propia política para entronizar el rock como la representación musical argentina privilegiada. Esto, Boris, se sabe. Pocos quieren discutirlo abiertamente, pero se sabe. El rock es la niña mimada en las representaciones musicales al exterior, en los actos centrales para fechas patrias, en la revisión de himnos, marchas y canciones escolares.
Esta carta abierta puede sonar con una fuerte carga de prejuicio frente al rock nacional. Prefiero correr el riesgo de ser interpretado de tal modo, antes que callar ante lo que considerado una bofetada a los símbolos más contundentes y representativos de la cultura musical de nuestro país.
Para discutir sobre supuestos prejuicios o sobre cualquier controversia que este texto genere, tengo siempre la voluntad de hacerlo y hay tiempo para ello.
Mientras tanto creo que en tu condición de Presidente del Instituto Nacional de la Música, debieras apelar a la mesura para no herir ni símbolos ni generaciones, en función de ungir a tus propios ídolos generacionales. Te invito a reflexionar y dar el noble paso de promover un debate que le confiera contenido, validez, consenso y representatividad a la excelente idea de tener un Día Nacional del Músico.
O, si se me permite la ironía, dado que tenemos músicos para hacer dulce de leche, podríamos proponer que cada día del año sea destinado a un músico y nos sentiremos todos representados.
Un abrazo
Juan Falú
DNI 5.535.809
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