Todo llega en la vida; y después
de pasar por varias orquestas de calidad y renombre que lo dispusieron en
calidad y experiencia, llega su mejor
época, cuando se interesa por él el maestro Carlos Di Sarli.
Con el silencioso y genial maestro, estuvo desde 1956, hasta los
primeros meses del 1958. Tal vez, ese paso por la gran orquesta de Di Sarli, le
dio el coraje de ir mirando con mayor simpatía y especulación, su lanzamiento
como solista. Y justamente fue con su compañero en la formación de Di Sarli:
Jorge Duran, fue a un año de su alejamiento del Señor de Tango
El rubro Florio – Durán, fue una de las
grandes revelaciones de nuestra música. La orquesta estaba dirigida por el
maestro Orlando Trípodi desde su piano y frondosa imaginación para lograr
sonidos que mostraran más rutilantes las voces de los cantores.
Pero, nada es eterno, pero en este caso fue
muy efímera su pasada por las salas de grabaciones. A fines de 1959, la
RCA Víctor -desde su casa central- da la
orden más temida por los productores de espectáculos de Tango: No grabar más
tangos, priorizar y promocionar las
latas que llegaban desde Italia, Francia, España y EE.UU, con ritmos no muy
descifrables y voces muy extrañas para nuestras orejas.
De allí en más, hubo pasos importantes por
orquestas y giras por EE.UU, merced a su cuñado Eber Lobato, pero debió
resignarse a acompañar a su esposa en “Zapatería El Buscapié, adonde compran
los tangueros”, ubicada en la zona de Primera Junta. Hasta que el fatídico 5 de
octubre de 1993 llegó para llevarse definitivamente al querido y admirado
Chocho Florio, aquel que luego de ser guiado por –en sus primeros pasos- por
Jorge Casal, ganó su espacio por calidad y estilo; y que lamentablemente, aún
hoy, sigue siendo cuasi ignorado.
Por ello, vaya nuestro homenaje a una de las
voces bellas, dulces, afinadas y leales a nuestra música popular de parte de
todos aquellos que amamos el Tango.
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