Vicente Alberto Marinaro ; una de las voces mas importantes de nuestro tango , nació en la ciudad de Verona – Italia el 16 de Abril de 1920.
Sus padres Angel Marinaro, su madre Ángela Musso eran cantantes líricos, y tuvieron seis hijos; Carmela, Dina , Flora, Vicente Alberto, Nina y Gino.
Su abuelo vino a Argentina como inmigrante antes del 1900 y se radicó en la provincia de Salta, dedicándose a la explotación de Minas de Carbón.
Con el tiempo mandó buscar a sus familiares y en 1926, sus padres obedeciendo el pedido de su abuelo, arribaron a Buenos Aires.
En 1928, Don Ángel y su familia al no aclimatarse en Salta, deciden instalarse en Buenos Aires.
Pasa su infancia en el Barrio porteño de las Cañitas y en 1938, se decide a estudiar canto, con el maestro Bonessi, quien para ese entonces era profesor de los mas grandes cantantes de tangos.
Al tiempo debuta en Radio La Nación (actual Radio Mitre), bajo el seudónimo de Alberto De Mari. Había un joven de su edad que tenía pretensiones de tener su orquesta propia, que tocaba el bandoneón, llamado Emilio Balcarce, y lo tentó para que cantara con el.
Si bien ese fue su comienzo, la patriada duró poco, dado que la orquesta se disolvió. Fortunato Martino un bandoneonísta que había dejado la orquesta de Francisco Lomuto, formó su orquesta y lo invitó al joven Alberto Marino para que se incorpore; al tiempo pasó a cantar con otro bandoneonísta, Luis Moresco.
El bandoneonísta, Emilio Orlando, dejó la orquesta de José De Caro en 1939 para formar la suya propia e incorpora como cantantes a dos jóvenes talentosos cantantes, dotados de un color de voz y un registro poco común.
Uno era Roberto Rufino y el otro Alberto Marino, el primero con 17 años; Marino con flamantes 19 años. Debutan en el Alvear Palace Hotel.
Eran tiempos del gran despegue que se produciría a partir de 1940. Rodolfo Biagi, que se había ido de la orquesta de Juan D'Arienzo en 1938 y había formado su orquesta , que además tenía un éxito rotundo para el año 1941, le echó el ojo al joven Marino, y no dudó en tentarlo y Alberto le pidió unos días para contestarle, pero íntimamente quería aceptar. Rodríguez Lesende, Andrés Falgas, Jorge Ortiz, habían pasado por esa orquesta, que no era poco, pero quiso el destino que su destino fuera otro.
Aníbal Troilo era para la década que comenzaba, director de una de las orquestas líderes entre los porteños.
Pichuco con su olfato tan particular sabía que un solo cantor no bastaba para dar respuesta a tanta demanda de parte del público, que ansiosamente estaban ávidos de escuchar las letras nuevas que los poetas escribían y que reflejaban esas historias de vida contadas en tres minutos.
Sabía de las mentas del pibe Marino, y no dudó en ofrecerle incorporarse como segundo cantor a su agrupación secundando a uno de los iconos más grande de la canción: Francisco Fiorentino.
El tano Marino, siempre fue reconocido en el ambiente como un hombre de bien. No olvidaba que hace muchos años cuando comenzó Emilio Balcarce lo había invitado a ser el, el cantor de su Orquesta.
Por lo tanto, y en conocimiento que pronto dejaría de acompañar a Alberto Castillo, le ofreció hacerse cargo del acompañamiento musical en esta su nueva etapa de solista. Balcarce aceptó gustoso, y comienza una etapa brillante actuando en radios y en el café Marzotto.
Comentan los que estuvieron en el debut de Marino, que era tanta la gente que acudió a la presentación de Alberto en el Marzotto, tuvieron que cortar la calle Corrientes entre Libertad y Cerrito.
Llovían las ofertas para actuar en todo lugar de Tangos, las compañías discográficas se lo disputaban y la Compañía Odeón que le hizo la mejor propuesta se quedó con la nueva estrella.
Graba para este sello en 1947, La Muchacha del Circo y Organito de la Tarde, temas que inmediatamente se agotaron dado el espectacular éxito de los mismos entre el publico que lo seguía. También graba "Canzoneta", "La casita de mis viejos" y "Venganza".
Cuando Emilio Balcarce le comenta a Marino que dejaba la dirección de la Orquesta para dedicarse a ser orquestador, Marino elige al maestro Héctor María Artola quien pasó a ser su nuevo director.
Los éxitos de la actuación de Marino eran moneda corriente, Ebro Bar, Ruca, Tango Bar. Las Confiterías Richmond, La Armonía, eran algunos de los lugares donde Marino trabajaba a sala llena. Recorrió todo el país, llevando a más público su hermosa voz. Comienza a viajar al extranjero, y la colonia latina de Nueva York conoce a Marino acompañado en ese momento por Osvaldo Tarantino.
A fines del año 1969 viajó a Japón, acompañando a una embajada de Tangueros donde entre otros estaba Héctor Varela. Alberto Marino, fue siempre un brillante profesional, responsable, estudioso, buen esposo y padre, asumiendo con mucha dignidad la pérdida prematura de su querida esposa Irma Argentina Galván, quedando el, al cuidado de sus dos hermosos hijos, Carlos Alberto y Claudia Analía, quien con el paso de los años, Claudia, siguió los pasos de su padre como interprete de tangos.
El 20 de Junio de 1989 a los 69 años, fallece uno de los mejores intérpretes que dio nuestra canción popular.
Texto extraído de Taringa NET, y aparentemente, escrito por su nieta.
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Su abuelo vino a Argentina como inmigrante antes del 1900 y se radicó en la provincia de Salta, dedicándose a la explotación de Minas de Carbón.
Con el tiempo mandó buscar a sus familiares y en 1926, sus padres obedeciendo el pedido de su abuelo, arribaron a Buenos Aires.
En 1928, Don Ángel y su familia al no aclimatarse en Salta, deciden instalarse en Buenos Aires.
Pasa su infancia en el Barrio porteño de las Cañitas y en 1938, se decide a estudiar canto, con el maestro Bonessi, quien para ese entonces era profesor de los mas grandes cantantes de tangos.
Al tiempo debuta en Radio La Nación (actual Radio Mitre), bajo el seudónimo de Alberto De Mari. Había un joven de su edad que tenía pretensiones de tener su orquesta propia, que tocaba el bandoneón, llamado Emilio Balcarce, y lo tentó para que cantara con el.
Si bien ese fue su comienzo, la patriada duró poco, dado que la orquesta se disolvió. Fortunato Martino un bandoneonísta que había dejado la orquesta de Francisco Lomuto, formó su orquesta y lo invitó al joven Alberto Marino para que se incorpore; al tiempo pasó a cantar con otro bandoneonísta, Luis Moresco.
El bandoneonísta, Emilio Orlando, dejó la orquesta de José De Caro en 1939 para formar la suya propia e incorpora como cantantes a dos jóvenes talentosos cantantes, dotados de un color de voz y un registro poco común.
Uno era Roberto Rufino y el otro Alberto Marino, el primero con 17 años; Marino con flamantes 19 años. Debutan en el Alvear Palace Hotel.
Eran tiempos del gran despegue que se produciría a partir de 1940. Rodolfo Biagi, que se había ido de la orquesta de Juan D'Arienzo en 1938 y había formado su orquesta , que además tenía un éxito rotundo para el año 1941, le echó el ojo al joven Marino, y no dudó en tentarlo y Alberto le pidió unos días para contestarle, pero íntimamente quería aceptar. Rodríguez Lesende, Andrés Falgas, Jorge Ortiz, habían pasado por esa orquesta, que no era poco, pero quiso el destino que su destino fuera otro.
Aníbal Troilo era para la década que comenzaba, director de una de las orquestas líderes entre los porteños.
Pichuco con su olfato tan particular sabía que un solo cantor no bastaba para dar respuesta a tanta demanda de parte del público, que ansiosamente estaban ávidos de escuchar las letras nuevas que los poetas escribían y que reflejaban esas historias de vida contadas en tres minutos.
Sabía de las mentas del pibe Marino, y no dudó en ofrecerle incorporarse como segundo cantor a su agrupación secundando a uno de los iconos más grande de la canción: Francisco Fiorentino.
El tano Marino, siempre fue reconocido en el ambiente como un hombre de bien. No olvidaba que hace muchos años cuando comenzó Emilio Balcarce lo había invitado a ser el, el cantor de su Orquesta.
Por lo tanto, y en conocimiento que pronto dejaría de acompañar a Alberto Castillo, le ofreció hacerse cargo del acompañamiento musical en esta su nueva etapa de solista. Balcarce aceptó gustoso, y comienza una etapa brillante actuando en radios y en el café Marzotto.
Comentan los que estuvieron en el debut de Marino, que era tanta la gente que acudió a la presentación de Alberto en el Marzotto, tuvieron que cortar la calle Corrientes entre Libertad y Cerrito.
Llovían las ofertas para actuar en todo lugar de Tangos, las compañías discográficas se lo disputaban y la Compañía Odeón que le hizo la mejor propuesta se quedó con la nueva estrella.
Graba para este sello en 1947, La Muchacha del Circo y Organito de la Tarde, temas que inmediatamente se agotaron dado el espectacular éxito de los mismos entre el publico que lo seguía. También graba "Canzoneta", "La casita de mis viejos" y "Venganza".
Cuando Emilio Balcarce le comenta a Marino que dejaba la dirección de la Orquesta para dedicarse a ser orquestador, Marino elige al maestro Héctor María Artola quien pasó a ser su nuevo director.
Los éxitos de la actuación de Marino eran moneda corriente, Ebro Bar, Ruca, Tango Bar. Las Confiterías Richmond, La Armonía, eran algunos de los lugares donde Marino trabajaba a sala llena. Recorrió todo el país, llevando a más público su hermosa voz. Comienza a viajar al extranjero, y la colonia latina de Nueva York conoce a Marino acompañado en ese momento por Osvaldo Tarantino.
A fines del año 1969 viajó a Japón, acompañando a una embajada de Tangueros donde entre otros estaba Héctor Varela. Alberto Marino, fue siempre un brillante profesional, responsable, estudioso, buen esposo y padre, asumiendo con mucha dignidad la pérdida prematura de su querida esposa Irma Argentina Galván, quedando el, al cuidado de sus dos hermosos hijos, Carlos Alberto y Claudia Analía, quien con el paso de los años, Claudia, siguió los pasos de su padre como interprete de tangos.
El 20 de Junio de 1989 a los 69 años, fallece uno de los mejores intérpretes que dio nuestra canción popular.
Texto extraído de Taringa NET, y aparentemente, escrito por su nieta.
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1 comentarios:
Te aviso que lo borraron
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