Década del 70, la más difícil para trascender como cantor de tangos.
Y le tocó vivirla a Rubén Juárez.
Y aunque tuvo la surte de tropezar con Horacio Quintana, Tito para nosotros, creo que no alcanzó para zafar de la realidad que le proponía una Argentina conflictiva y en constante movimiento progresista. Movimiento que lideraba el sueño de una revolución intelectual y política que se llevó por delante todo y que solo se dejó acompañar con el Rock Nacional, algo de Folklore y cuasi un desprecio por el Tango.
“Mirá, hacer una nota para mí, es como enfrentar una cancha llena que está pidiendo que me maten. Es difícil, porque el tipo que se me arrima para hacerme una nota, es alguien que viene del tango, que sabe, que lo ama y que tiene mis antecedentes, por lo cual, que se puede decir de original e interesante ante un tipo así”, me decía cada vez que lo encaraba para hacer una nota.
Tal vez, la insistencia del Negro Julio Gutiérrez Martín para que nos diera una nota, hacía el milagro de atendernos. No era El Negro de hoy, recién empezaba, pero ya pintaba para ser “el sucesor de Julio Sosa”. Porque nosotros somos así, nos desesperamos por encontrar quién nos siga liderando, aún en la equivocación y eso le reventaba, lo volvía loco. Él sabía que le sobraba piné para ser Rubén Juárez y basta.
“Yo voy a Buenos Aires y los tipos de cincuenta o sesenta años me dicen que soy el sucesor de Julio Sosa. Yo lo admiré, era un Dios para mí… Pero ser el sucesor, es una locura de la gente. Jamás pensaría eso. Noooo, no soy loco para eso. Julio fue único como Gardel. Yo quiero ver si puedo ser yo en todo y para eso trabajo, ensayo, aprendo, escucho y miro”.
Y lo logró.
Copó lugares imposibles de pensar que aquel pibe pintón, con voz de macho y tocando un fueye, cosa rarísima, hacía pata ancha en la elite del tango, pocos y casi inaxecibles.
Logró lo impensado, hacer que los tradicionalistas lo aceptaran, que los pibes giraran sus cabezas y oídos, a ese tipo que sonaba distinto a los cantores que escuchaban sus padres. Tenía gancho (ahora le dicen ángel), pinta, calidad interpretativa y una gran ubicación. Jamás supe de una metida de pata en un escenario por procaz, mal educado o por un gesto desubicado. Era un buen tipo, lleno de esperanzas, de proyectos y con una cabeza que funcionaba a mil. Un día me confesó que tenía en mente “para cantar ya”, más de mil letras.
“Le di Don Carlos de Buenos Aires a Tito, suponte un miércoles y le pedí que tratara que la cantara Rubén. El sábado Tito me llama y me dice que Rubén entraba el martes al estudio para grabarlo con Grela. Yo no podía creer. Que pedazo de loco, había aprendido la letra y ensayado el tema en cuatro días. Bueno, pobre, se tenía que aguantar a Tito que es medio milico con ese tema de la responsabilidad artística, si no, pregúntale a mi sobrino. Aunque Dany ya no le da bolilla”, contaba el Negro Gutiérrez Martín, mientras los cafés seguían siendo parte del paisaje de una mesa que juro, jamás hubiera querido dejar.
Y después, lejos, muy lejos.
Armó su familia, vinieron los cachorros, los contratos y ya Teodelina, Venado Tuerto y la zona, dejó de ver en peñas y reuniones de amigos al Negro.
La fama, llegó y se quedó. Porque el Negro, aunque le aflojara el trabajo, siempre para la gente era El Negro.
Garello, García, Portier, Grela…
“Son tipos capísimos y me acompañan a mí, loco… a mí. Imaginate el negrito cordobés con esos monstruos atrás, jajajajaja”, reía como un chico. Porque era un chico. Podía ofenderse con alguien, pero a los dos segundos, ya estaba arriba tuyo abrazándote y haciéndote una broma.
Yo, estaba preparando su visita a Casilda, para que actuara… pero la verdad, poder verlo y charlarnos todo, era la verdadera estrategia.
Que lo parió, se fue en silencio, calladito.
Ésta, también la hizo a su manera: Por eso fue grande.
Ahora comenzará prontito a ensayar lo que allí escriba el Negro Julio Gutiérrez Martín.
Que el prado de la felicidad los contenga a los dos, hombres que quise y admiré.
Y no te digo hasta siempre, porque siempre estarás volviendo a nosotros.
PD:
Y por favor no me vengan a joder con que el Tango está de duelo.
El tango está orgulloso, porque ahora tiene un integrante más de la orquesta celestial.
Y le tocó vivirla a Rubén Juárez.
Y aunque tuvo la surte de tropezar con Horacio Quintana, Tito para nosotros, creo que no alcanzó para zafar de la realidad que le proponía una Argentina conflictiva y en constante movimiento progresista. Movimiento que lideraba el sueño de una revolución intelectual y política que se llevó por delante todo y que solo se dejó acompañar con el Rock Nacional, algo de Folklore y cuasi un desprecio por el Tango.
“Mirá, hacer una nota para mí, es como enfrentar una cancha llena que está pidiendo que me maten. Es difícil, porque el tipo que se me arrima para hacerme una nota, es alguien que viene del tango, que sabe, que lo ama y que tiene mis antecedentes, por lo cual, que se puede decir de original e interesante ante un tipo así”, me decía cada vez que lo encaraba para hacer una nota.
Tal vez, la insistencia del Negro Julio Gutiérrez Martín para que nos diera una nota, hacía el milagro de atendernos. No era El Negro de hoy, recién empezaba, pero ya pintaba para ser “el sucesor de Julio Sosa”. Porque nosotros somos así, nos desesperamos por encontrar quién nos siga liderando, aún en la equivocación y eso le reventaba, lo volvía loco. Él sabía que le sobraba piné para ser Rubén Juárez y basta.
“Yo voy a Buenos Aires y los tipos de cincuenta o sesenta años me dicen que soy el sucesor de Julio Sosa. Yo lo admiré, era un Dios para mí… Pero ser el sucesor, es una locura de la gente. Jamás pensaría eso. Noooo, no soy loco para eso. Julio fue único como Gardel. Yo quiero ver si puedo ser yo en todo y para eso trabajo, ensayo, aprendo, escucho y miro”.
Y lo logró.
Copó lugares imposibles de pensar que aquel pibe pintón, con voz de macho y tocando un fueye, cosa rarísima, hacía pata ancha en la elite del tango, pocos y casi inaxecibles.
Logró lo impensado, hacer que los tradicionalistas lo aceptaran, que los pibes giraran sus cabezas y oídos, a ese tipo que sonaba distinto a los cantores que escuchaban sus padres. Tenía gancho (ahora le dicen ángel), pinta, calidad interpretativa y una gran ubicación. Jamás supe de una metida de pata en un escenario por procaz, mal educado o por un gesto desubicado. Era un buen tipo, lleno de esperanzas, de proyectos y con una cabeza que funcionaba a mil. Un día me confesó que tenía en mente “para cantar ya”, más de mil letras.
“Le di Don Carlos de Buenos Aires a Tito, suponte un miércoles y le pedí que tratara que la cantara Rubén. El sábado Tito me llama y me dice que Rubén entraba el martes al estudio para grabarlo con Grela. Yo no podía creer. Que pedazo de loco, había aprendido la letra y ensayado el tema en cuatro días. Bueno, pobre, se tenía que aguantar a Tito que es medio milico con ese tema de la responsabilidad artística, si no, pregúntale a mi sobrino. Aunque Dany ya no le da bolilla”, contaba el Negro Gutiérrez Martín, mientras los cafés seguían siendo parte del paisaje de una mesa que juro, jamás hubiera querido dejar.
Y después, lejos, muy lejos.
Armó su familia, vinieron los cachorros, los contratos y ya Teodelina, Venado Tuerto y la zona, dejó de ver en peñas y reuniones de amigos al Negro.
La fama, llegó y se quedó. Porque el Negro, aunque le aflojara el trabajo, siempre para la gente era El Negro.
Garello, García, Portier, Grela…
“Son tipos capísimos y me acompañan a mí, loco… a mí. Imaginate el negrito cordobés con esos monstruos atrás, jajajajaja”, reía como un chico. Porque era un chico. Podía ofenderse con alguien, pero a los dos segundos, ya estaba arriba tuyo abrazándote y haciéndote una broma.
Yo, estaba preparando su visita a Casilda, para que actuara… pero la verdad, poder verlo y charlarnos todo, era la verdadera estrategia.
Que lo parió, se fue en silencio, calladito.
Ésta, también la hizo a su manera: Por eso fue grande.
Ahora comenzará prontito a ensayar lo que allí escriba el Negro Julio Gutiérrez Martín.
Que el prado de la felicidad los contenga a los dos, hombres que quise y admiré.
Y no te digo hasta siempre, porque siempre estarás volviendo a nosotros.
PD:
Y por favor no me vengan a joder con que el Tango está de duelo.
El tango está orgulloso, porque ahora tiene un integrante más de la orquesta celestial.